Si tienes una moto, sabes que salir a hacer una ruta larga es una de esas experiencias que te cambian la vida. Tú, tu moto y la carretera. A lo mejor algunos amigos con sus motos, pero eso son añadidos. Lo imprescindible es poder disfrutar del aire en la cara y la libertad. Y qué mejor sitio que la ruta 66, un auténtico mito estadounidense.
La ruta 66, 4000 kilómetros de asfalto
Se trata de un recorrido de casi 4000 km que cruza el país desde Chicago hasta California. Es decir, prácticamente recorres dos tercios del país a través de esta ruta. Por lo general se suele hacer en diez o doce días, haciendo múltiples paradas para visitar monumentos, paisajes y establecimientos de parada obligatoria.
Para muchos, este viaje comienza un día antes siquiera de lanzarse a la carretera. Porque el punto de partida, Chicago, bien merece pasar allí un día probando su peculiar estilo de hacer la pizza y admirando su arquitectura.
Restaurantes míticos, museos y paradas obligadas
Una vez subidos en la moto, toca pisarle y recorrer una media de 400 kilómetros cada día. Es decir, pasar unas cuatro o cinco horas conduciendo. No tienen por qué ser seguidas y, de hecho, sería mejor espaciarlas. De forma que podamos ir parando en algunos restaurantes que, con el paso de los años, se han convertido en auténticas leyendas de carretera como el Polk-A-Dot-Drive In.
Por supuesto, también hay sitio para ver museos y demás oferta cultural, como el Route 66 Hall of Fame. Donde podremos ver más en profundidad toda la historia y los pormenores de la ruta que estamos recorriendo.
Hay algo más que carretera
Saint Louis, Kansas u Oklahoma son algunas de las ciudades por las que pasaremos a lo largo de la ruta 66. Y es casi obligatorio parar en ellas. No solo para descansar, comer y repostar. Sino también para aprovechar el viaje y empaparnos de la cultura que impregna cada una de ellas. Similares, pero muy diferentes entre sí.
También podemos ir con más calma e intentar alguno de los muchos retos de comida que hay a lo largo y ancho del país. Desde acabar con pizzas gigantescas hasta filetes de más de 2 kilos. Una forma curiosa de meterse en la piel de un auténtico estadounidense. Y, si tenemos suerte ( y sobre todo hambre) sacarnos algún dinero. Ya que la mayoría de los retos tienen recompensa económica.
También hay sitio para la naturaleza
Por supuesto, tampoco podemos olvidarnos de los paisajes y demás elementos de la naturaleza. Y es que merece la pena desviarse un poco de la ruta para visitar cosas tan impresionantes como el Gran Cañón de Colorado o la feria de globos de Santa Fe. Lugares que darán pie a fotos increíbles.
Además, así podremos ver si nuestro ritmo de kilometraje nos está haciendo mella o si podemos pisarle un poco más cada día. Incluso, si somos fans de la serie, podemos desviarnos hacia Albuquerque y ver los lugares donde se grabó Breaking Bad.
El final de un viaje
El final de la ruta no es la peor parte, ni mucho menos. Si vemos que el viaje nos ha dejado con ganas de cambiar de aire no pasa nada. Podremos perdernos por el desierto de Nevada y entrar en el oasis que es Las Vegas. Si por el contrario la ciudad del pecado no es lo nuestro, siempre podemos continuar hasta las costas californianas donde nos sentiremos como en casa.
Nuestro viaje llegará a su fin cuando entremos en la ciudad de Los Ángeles. Sitio donde, si tenemos suerte, podremos ver alguna de nuestras estrellas favoritas de Hollywood.
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