Si estuvieses de vacaciones permanentemente, llegaría un punto en el que ya no disfrutases tu destino vacacional tanto. Te contamos el mecanismo psicológico que hay detrás: la adaptación hedónica.
Apreciamos las vacaciones, la playa, y el daikiri del hotel, porque hemos experimentado las largas jornadas en la oficina, la dieta, el frío y la nieve el resto del año. Y sin este contrapunto, no disfrutaríamos este periodo de evasión, por mucho que pensemos lo contrario. La culpa la tiene la adaptación hedónica.
Imagina que te ofrecen poder vivir el resto de tu vida en tu destino vacacional favorito, sin tener que preocuparte por el dinero. Todo el año en la playa, o viajando, o visitando encantadores pueblecitos de montaña. Suena tentador, ¿verdad? Sin embargo, llegaría un punto en el que dejaríamos de disfrutarlo, caeríamos en la monotonía y puede que incluso en la apatía y el abatimiento. El mecanismo del cerebro encargado de ello se llama adaptación hedónica, y es el responsable de que necesitemos contrapuntos para apreciar las vacaciones.
Cerebro, ¿por qué eres así?
Evolutivamente, nuestro cerebro está programado para percibir los contrastes, que nos hacen estar alerta y responder, y no las constantes. No en vano, la sabiduría popular lo refleja con refranes como «en la variedad está el gusto», y no en vano numerosas religiones alternan periodos de ayuno con festines, antes que una dieta monótona y constante.
Por la misma razón, nuestra temperatura ideal no es una constante, sino una mezcla entre una temperatura relativamente alta aliviada por rachas esporádicas de brisa.
Adaptación hedónica en las vacaciones
Con las vacaciones sucede igual. Sin ese contrapunto, ese contraste, nuestro nivel de felicidad retornaría al punto previo de felicidad a nuestro estilo de vida ocioso. Es decir; vivir de vacaciones ya no nos procuraría tanta satisfacción y felicidad como al principio, al haberse acostumbrado nuestro cerebro.
Para que esta fase de disfrute nos dure más, nada como apreciar y valorar plenamente lo que tenemos. También cuando estamos de viaje, y vivir muy en el presente: aquí, y ahora.